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Reunificada Por Crisis: Dos Hermanas de El Salvador Se Enfrentan Con Trauma

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Cruz is now living in San Mateo County with her older sister Yesenia who is an undocumented immigrant. (Gabriel Salcedo/KQED)
Jennifer Cruz vive ahora en el condado de San Mateo con su hermana mayor, Yesenia, una inmigrante indocumentada. (Gabriel Salcedo/KQED)

Note: Read this article in English.

Jennifer Cruz y su hermana mayor, Yesenia, son de un pueblo al oriente de la capital de El Salvador.

Hay 16 años de diferencia en sus edades, pero las hermanas dicen que no importa.

Han tenido una conexión especial desde el momento que nació Jennifer.

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“[Fue] Tremenda,” recuerda Yesenia. “La vi dar sus primeros pasos, yo la llevaba a la escuela, la vestí de princesita. Era como mi juguete”

Jennifer tiene 17 años ahora. Yesenia tiene 33 años; KQED no está usando su apellido por su estado migratorio.

Estos días, viven juntos en el pequeño departamento de Yesenia, en el Condado San Mateo.

Las hermanas comparten un pasado complejo y doloroso.

Su mama se casó dos veces, y tuvo siete hijos en total. Los dos maridos abandonaron a sus hijos desde el principio.

Yesenia, una de las mayores entre sus hermanos, empezó a cuidar a sus hermanos mientras su mama trataba de encontrar trabajo y sostener a su familia.

Aunque vivían en pobreza extrema, Yesenia hizo lo posible por hacer la vida feliz.

Jennifer acuerda pasando días en su parque vecindario, donde Yesenia plantó flores.

“Las flores eran amarillas, y cada verano florecían,” dijo Jennifer. “[Los vecinos] pasaban y las recogían.”

Llegan las Pandillas

Sin embargo, su comunidad cambió dramáticamente cuando pandillas violentas empezaron a infiltrar su ciudad.

Ahora su ciudad es uno de los lugares más violentos en El Salvador. Dos de las pandillas más notorias—la Mara 18 y la Mara Salvatrucha—aterrorizan la comunidad. Secuestros y asesinatos ocurren diariamente.

Yesenia tuvo suerte.

Se fue de El Salvador hace 10 años, antes de que la violencia escaló.

Pero nunca perdió contacto con Jennifer.

Yesenia le mandaba cajas de ropa y hablaban por teléfono al menos una vez a la semana.

Pero dice Yesenia que sus conversaciones se convirtieron ominosas en los últimos años. Jennifer hablaba de los secuestros, asesinatos, y la extorsión que estaba pasando en su propio barrio.

Su situación llegó a un punto extremo cuando los pandilleros empezaron apuntar a Jennifer– atormentándola sexualmente, dentro y afuera de la escuela.

Pandillas Aumentan la Presión

“[Decían] cosas feas. Palabras feas que dicen siempre,” dice Jennifer. “Me querían a la fuerza. Querían tener sexo conmigo. No me iban a dejar en paz hasta que me uniera con ellos, o viviera con ellos. Si vives con un marero, no solamente estas con uno. Vas a ser de todos.”

Cruz takes a walk with her nephew to a nearby bakery in San Mateo County. (Gabriel Salcedo/KQED)
Jennifer Cruz camina con su sobrino a una panaderia en el condado de San Mateo. (Gabriel Salcedo/KQED)

Grupos de derechos humanos dicen que las pandillas en El Salvador, Guatemala, y Honduras se dirigen cada vez más a niñas jóvenes, y obligándolas a la prostitución, al tráfico de drogas, o usándolas como sus propias esclavas sexuales.

Las niñas que rechazan las demandas de las pandillas, han sido secuestradas, violadas, y asesinadas en formas grotescas.

Para Jennifer, las amenazas por fin escalaron a la violencia un día cuando ella caminaba a su casa después de la escuela. Un grupo de pandilleros la empezó a seguir—uno en bicicleta, los otros a pie. Cuando trató de escapar, un hombre sacó una pistola y empezó a disparar.

Jennifer apenas logró escapar.

Cuando Yesenia descubrió por teléfono lo que había pasado, le dijo a Jennifer que ahora era el tiempo de salirse de El Salvador.

Viaje de Jennifer

Temiendo que este día llegaría , Yesenia había logrado ahorrar $6,000 y le mandó el dinero a un coyote quien—varios años antes—había traído a uno de sus hermanos a los Estados Unidos.

Menos de una semana después, el mismo coyote llegó a la casa de Jennifer en un coche rojo, temprano en la mañana. Otro hombre estaba sentado al lado. Jennifer acababa de levantarse de su cama.

““[Los coyotes] me dieron tiempo para bañarme y para cambiarme de ropa. Yo tenía miedo porque solo veo dos señores,” recuerda Jennifer. “El señor me dijo ‘tú vas a decir que soy tu tío. Eres mi sobrina, ok?’”

Se llevaron a Jennifer. Tuvo muchísima suerte que los coyotes la trataron bien. Incluso pudo llamar a Yesenia en varios puntos a lo largo del camino.

Sin embargo, fue en el último tramo del viaje a través de México cuando Yesenia perdió todo contacto con Jennifer.

Pasaron los días sin llamada. Yesenia entró en un pánico. Al fin, timbró su celular.

¿Nadar a la Libertad?

Oficiales migratorios del U.S Border Patrol en Tejas llamaron a Yesenia para decirle que Jennifer se había entregado a si misma después de que había logrado nadar a través de una parte del Rio Grande.

Jennifer pasó casi dos meses en custodia del gobierno.

Oficiales de reasentamiento de refugiados le hicieron una verificación de antecedentes a Yesenia y, a pesar de ser una migrante sin documentos, le dieron autorización para ser la guardia legal de Jennifer mientras su caso pasaba por la corte migratoria.

Después de haber pasado un década separadas, las dos hermanas por fin se encontraron cara a cara en el aeropuerto internacional de San Jose, California.

“La vi y la abracé,” dice Yesenia. “Para mí se miraba como si cuando era chiquita. Sus ojos siguen siendo los mismos, y dije ‘no ha cambiado nada.’”

Ha pasado casi un año desde que Jennifer hizo el viaje a los E.U. Adaptandose a la vida en la Bahía tiene sus retos.

Ella está entre más de 900 menores sin acompañamiento quienes han sido liberados a familiares o patrocinadores en el Norte de California desde el principio del año.

Ahora Jennifer se enfrenta a los obstáculos de la vida diaria—desde aprender un nuevo idioma hasta llendo a una escuela pública en San Mateo.

Ahora su clase favorita es arte. Un dibujo que hizo de dos perros cuelga en su cuarto. Comparte el cuarto con su sobrino de cuatro años, Walter. Walter ha sido una fuente de consuelo para ella.

“Cuando él me mira que estoy triste, me abraza, y me dice ‘no Jenni, no más.’ Siempre me hace sonreír.”

Jennifer dice que, de todos los cambios, lo más significativo es simplemente sintiéndose segura. Ella trata de concentrarse en el presente, pero las memorias todavía le atormentan.

Yesenia dice que Jennifer llora en sus sueños frecuentemente.

Temores en la Noche

“Se despierta de repente y empieza a decir ‘¡Me mató!’ y le digo ‘No, no, no, estás viva.’ No le gusta dormir con la luz apagada.”

Incluso mientras se está ajustando a la vida en California, la realidad es que Jennifer podría ser enviada de regreso a El Salvador.

Obstáculos burocráticos retrasaron su primera audiencia en la corte migratoria, pero las cosas han cambiado en el último mes después que oficiales federales recibieron órdenes de acelerar estos casos.

Recientemente, Jennifer recibió un paquete con un aviso de aparecer a su primer audiencia migratoria.

Justo cuando se empezaba a sentir mas cómoda en su nuevo hogar, Jennifer se enfrenta a un futuro incierto otra vez.

Las Audiencias de Deportación Comienzan

Jennifer y Yesenia llegan a la corte de inmigración de menores en el centro de San Francisco una martes en la tarde.

A candle burns bright at Yesenia’s home. Cruz says her faith helped to bring her peace as she fled El Salvador. (Gabriel Salcedo/KQED)
Una vela brilla en la casa de Yesenia. (Gabriel Salcedo/KQED)

Este es el día que han temido— la primer audiencia de Jennifer.

Se toman de las manos y entran al ascensor para subir al octavo piso.

Yesenia todavía no ha encontrado un abogado para representar a Jennifer en la corte. No tiene dinero para contratar a uno, y los pocos abogados de inmigración pro bono en San Francisco están inundados con estos casos.

Ese es un gran problema para Jennifer y las docenas de niños en la sala del tribunal. Expertos jurídicos dicen que migrantes juveniles que no tienen abogado son deportados nueve de cada diez veces.

Cuando Jennifer está llamada por el juez, toma un aliento grande, y endereza su chaqueta negra.

Yesenia susurra una oración.

Juez Amy Hoogasian le pregunta a Jennifer una serie de preguntas, incluyendo porque todavía no tiene un abogado. Jennifer responde a través de un traductor.

Afuera, en los escalones de la corte, Yesenia y Jennifer están aliviadas.

La juez fue muy justa,” Yesenia respondio. “Ahora, con la ayuda de Dios, encontraremos un abogado.”

Lo bueno: su próxima audiencia está en dos meses, dándole tiempo para encontrar un abogado antes de que el proceso de deportación comience.

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Con esa amenaza acercándose, Yesenia dice que va a hacer todo lo posible para contratar un abogado, incluso si esto significa trabajar mas y tomar un segundo trabajo. Dice que ahora tiene la responsabilidad del futuro de Jennifer—y ese futuro no incluye enviando a su hermana pequeña de regreso a El Salvador.

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